
La acuarela juega con la sutileza del agua y el control de los vacíos: la niebla se logra con transparencias y lavados suaves, mientras los pocos toques de color concentrado (en la figura y la torre) marcan los puntos de tensión. La obra, transmite silencio y soledad, con un pescador que avanza lentamente en su barca hacia un horizonte brumoso. Los tonos suaves y diluidos refuerzan la calma del instante, mientras el castillo lejano añade un aire de misterio y distancia. El equilibrio entre lo sugerido y lo definido le da fuerza poética.
Haiku
Agua se expande,
un gesto y la barca
surge del blanco.