
En esta acuarela, la composición se articula en un diálogo visual y simbólico entre dos árboles: en primer plano, un árbol frondoso y lleno de vida ocupa la ladera, proyectando su fuerza y vitalidad. Al fondo, distante y solitario, un árbol muerto se erige como eco del tiempo y la memoria. La neblina que separa ambos planos refuerza la tensión entre presencia y ausencia, entre plenitud y despojo, creando una narrativa poética donde la naturaleza se convierte en metáfora del ciclo vital.
Haiku
carlos ipiens
Árbol que late,
al fondo la memoria
seca se alza.