Esta acuarela monocroma, la he realizado con el pigmento Black Tourmaline Genuine de Daniel Smith, con ella he querido sumergir al espectador en un bosque que parece flotar entre el sueño y la memoria. La riqueza tonal de este único color —granulado, terroso, casi volcánico— permite construir una escena de gran profundidad sin necesidad de matices cromáticos.
La luz, tamizada y lejana, he hecho que emerja desde dentro del paisaje, no desde un punto externo. Este recurso transforma el claro del bosque en un espacio de contemplación, un refugio silencioso donde el tiempo se disuelve.
He querido también, que el trazo sugiera más que describa; no hay anécdota, solo atmósfera. En este sentido, la obra dialoga con el tonalismo del siglo XIX, pero con una sensibilidad contemporánea, íntima, casi meditativa. El uso exclusivo del Black Tourmaline no limita, sino que libera: convierte la monocromía en lenguaje poético.

